martes, 13 de marzo de 2012

LAS CIUDADES OCULTAS 1


Se cuentan por centésima vez la historia de Encarnacion.

Los lugares se han mezclado. Al observar viejas tarjetas postales que la representan como era, ella está en todas partes. El Prado de la Salvia Baja  posee los ángulos de las calles dando a Encarnacion la exclusiva imagen de ciudad humana.

Los pies colgantes del usurpador recorren  majestuosamente sus calles para colarse por la ventana de la fábrica de redes de pescar. Su mente se niega a aceptar otras fisonomías, otras expresiones: en todas las caras nuevas que encuentra, imprime los viejos calcos, para cada una encuentra la máscara que más se adapta.

Las cabras tintineantes suben  los peldaños de sus calles en escalera y atraviesan la misma plaza idéntica, convertida en metrópoli, con una gallina ahorcada en el lugar de la estación de ómnibus. Sin saber distinguirla de otras.

Es señal de que el más allá no es feliz. De que todo hubiese permanecido igual. Hasta los nombres de los habitantes permanecen iguales.

Pero no está hecha de esto la ciudad. Son solo acontecimientos de su pasado. Invasiones recurrentes la afigieron. Especies inconciliables sucumbieron y se extinguieron como en un gran cementerio del reino animal.

Quizá yo también me pareceria a cada uno de ellos, a alguien que había muerto.  Que se ha ido sin decir nada. Llega a un momento de la vida en que de la gente que ha conocido son más los muertos que los vivos.

Tal vez Encarnacion es la ciudad a la que se llega al morir y donde cada uno encuentra las personas que ha conocido. Es señal de que estoy muerto también yo.

Los tres viejos que sentados...





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